Categoría: PAISAJE RURAL

LA ANARQUÍA DEL MAR MENOR

Llevo muchos días leyendo artículos,  viendo fotos y comprobando in situ la proliferación del plástico en el entorno del Mar Menor; veo como mucha gente da su opinión sobre si está bien, está mal, si debe primar el interés agrícola o el turístico, etc… Resulta curioso porque pienso que en un país civilizado  debe ser más sencillo que todo esto, creo no se trata de una opinión; simplemente pienso que se trata, bien de cumplir las normas y leyes aprobadas, bien de derogarlas; pero tener leyes y normas de adorno o de aplicación sólo en determinados casos, la verdad es que no lo entiendo.

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Entorno del Mar Menor (Año 2012)

La zona que ahora se está cubriendo de plástico se encuentra incluida, desde 2004 (13 años),   dentro de las Directrices y Plan de Ordenación Territorial del Litoral de la Región de Murcia como «Área de Protección de las Cuencas Visuales del Mar Menor»; en dicha norma aprobada y vigente habla de la necesaria protección de sus valores y se indica que la agricultura intensiva en esa zona estará condicionada por lo que diga la Ordenación Territorial y Sectorial y la Planificación Municipal; como la Ordenación Territorial no dice nada nos vamos a la Municipal y vemos que la zona se clasifica como Suelo No Urbanizable de Protección Especial «Franja Costera del Mar Menor» y en la norma nos dice que se admiten las instalaciones agrícolas QUE NO SUPONGAN UN DETERIORO PAISAJÍSTICO.

Es decir tenemos normas que nos dicen por activa y por pasiva que hay unos valores que proteger, tenemos leyes que en teoría se ocupan de ello, hacemos caso omiso de esas normas y leyes y nos dedicamos a discutir ahora sobre si está bien o está mal…. No lo entiendo. Si queremos vivir en la anarquía normativa vale, pero no gastemos más fondos públicos en hacer estudios y planes para guardarlos en un cajón y lo que es peor, no hagamos normas para sólo aplicarlas en determinados casos.

PAISAJE «DE Y DESDE» LA CARRETERA

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…. Si voy por aquí veo eso y si voy por allí, lo otro… si paso por esta zona destrozo eso y si la esquivo no lo hago… al estar tan alto me daría  la sensación de…. si me bajo dejo pasar la oportunidad de disfrutar con la vista de aquello…. si me bajo podría  ocultar lo otro…

Una serie de preguntas que me planteo al viajar en coche cuando trato de disfrutar de los paisajes que voy recorriendo, normalmente siempre llego a plantearme lo mismo:…. Cuando se deciden los trazados ¿alguien da respuesta a mis preguntas? … salvo raras excepciones pienso que no.

Muchas son las variables y los condicionantes económicos, expropiaciones, preexistencias, localización del firme y otras cuestiones técnicas; todas ellas importantes en aras del bien común…. pero  ¿y el paisaje que genera y transforma  la forma de la carretera como elemento lineal? ¿y el paisaje que veo o dejo de ver desde la carretera que estoy planteando?…. ¿no decíamos que el paisaje es un bien común del que todos tenemos derecho a disfrutar?…. ¿por qué no meterlo también en el “saco” de variables en el proceso de toma de decisiones? Tengo claro que no podemos ir al extremo y defender siempre su dominación frente al resto, pero también tengo clarísimo que ignorarlo y que el resultado sea simplemente “lo que sale” no nos lleva a ningún sitio.

Cuando trabajamos en un estudio de integración paisajística, dos de las variables con mayor peso son sin duda la accesibilidad visual y la frecuencia de visualización, este camino nos lleva en numerosas ocasiones a comprobar que los verdaderos miradores de nuestros paisajes, los que mayor información aportan para formar nuestra sensación o imagen mental de ese territorio,  son precisamente las carreteras por las que lo atravesamos…. ¿Por qué entonces las dejamos fuera del “saco”?.

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PAISAJE VS IMAGEN DE MARCA

Dice el Convenio Europeo del Paisaje en su preámbulo que el paisaje constituye un recurso favorable para la actividad económica y su protección, gestión y ordenación pueden contribuir a la creación de empleo (un hecho obvio pero no por ello siempre asumido).

Tratando de avanzar en el ¿cómo? lo primero que se me ocurre es la cuestión de la «imagen de marca» como el conjunto de comunicaciones que recibimos acerca de un producto o servicio y  que generan en nuestra mente su conocimiento, su recuerdo, y las sensaciones de atracción, rechazo o indiferencia.

Si lo que tratamos de vender es un bolígrafo, los que nos dedicamos al paisaje seguramente poco podemos aportar a su «imagen de marca», sin embargo pienso que nuestro campo de actuación es muy amplio y os pongo un ejemplo de un «producto» o «servicio» en el que creo que la participación del paisaje es indiscutible: El Camino de Santiago.

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Desconozco las cifras oficiales, no obstante tras cinco años haciéndolo desde distintos sitios, sigo comprobando que los únicos servicios existentes en caseríos y pequeños pueblos están enfocados a los peregrinos, al llegar a Santiago de Compostela y pasear por sus calles vemos que el 95% de los viandantes son turistas y el 90% de los comercios del casco antiguo se destinan a hoteles, tiendas de recuerdos, bares, cafeterías y restaurantes, se trata de un producto turístico que evidentemente funciona.

La motivación para hacer el camino puede ser religiosa, deportiva, cultural o simplemente un reto personal;  pero todas ellas comparten algo…. su paisaje… esa es la imagen por la que lo conocemos, lo recordamos y como norma general nos «engancha» y nos hace volver…. ¿No es eso una imagen de marca? ¿Cuántos peregrinos harían el camino si no existiesen los bosques de Lugo, las pistas de costeras del Camino del Norte, o los abruptos paisajes asturianos? ¿Cuántos turistas habría en Santiago si su casco antiguo no se hubiese conservado?.

Si lo que acabo de exponer es tan evidente me planteo las siguientes preguntas:

– ¿Por qué este hecho no es asumido y potenciado en general por Administraciones y empresarios?.

– ¿Por qué no se utiliza (salvo en ocasiones) el paisaje como herramienta?.

– ¿Por qué en un proceso de toma de decisiones no suele intervenir el paisaje?.

– ¿Por qué machacamos paisajes excepcionales con la excusa del progreso y la creación de empleo? ¿No estaba claro que el paisaje también puede crear riqueza?.

La no utilización del paisaje como recurso económico en base a la escasa calidad del mismo tampoco creo que sea razonable, simplemente se trata de dos caminos distintos, el que goza de paisajes excepcionales «simplemente» necesitará proteger y gestionar; mientras que el que tan sólo tenga paisajes banales o deteriorados requerirá la vía creativa, un camino más largo, pero a la vez más excitante y con mayores horizontes, el límite lo ponemos nosotros.

PAISAJES REVENTADOS

Recorriendo el ámbito del último estudio de paisaje que hemos hecho me ha venido a la cabeza en muchas ocasiones un concepto desgraciadamente poco utilizado en ordenación del territorio, el de la «capacidad de carga» de un territorio.

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Encuentro abundante literatura del tema enfocada al medio ambiente y al mantenimiento de ecosistemas, pero no es así si hablamos de ordenación del territorio y mucho menos si lo hacemos específicamente de paisaje; he localizado una definición que se adapta bastante bien que dice que la capacidad de carga viene representada por «…los usos que puede sostener un territorio sin impacto negativo irreversible…» ; trasladando este concepto al paisaje, podemos comprender que la excesiva partición de usos va disminuyendo la «capacidad de carga del paisaje», pero no creo que la razón se encuentre en el número de usos distintos que acoge el territorio, el problema está sencillamente en la NO PLANIFICACIÓN y la improvisación.

En materia de paisaje no veo viable definir una expresión numérica objetiva que valorase el nivel de capacidad de carga del mismo; no obstante tampoco creo que lo necesitemos; sencillamente debemos saber apreciar la tendencia y actuar frente o a favor de la misma. Como vemos en la mayoría de entornos metropolitanos, el desorden y la ausencia de planificación alteran día a día el paisaje hasta que llega un punto en el que es imposible definirlo, no podemos leerlo, ha perdido su identidad, no es ni industrial, ni residencial, ni terciario, ni agrícola, ni por supuesto una armónica combinación de los anteriores; simplemente se trata de un «paisaje reventado», ha llegado a un punto de NO RETORNO y por tanto no toca la protección o la gestión del paisaje, directamente ha llegado el momento de ordenación y la cualificación.

EUTANASIA DEL PAISAJE_VAGANCIA INTELECTUAL

En casi ninguna cabeza cabría comprender que si una catedral se está cayendo por el paso de los años la dejemos caer; casi nadie entendería que dejásemos pudrirse en un húmedo sótano una obra de arte pictórica o una escultura; se trata de elementos que forman parte de nuestra cultura, nuestra identidad y nuestra memoria, son un bien común y todos (incluso las próximas generaciones) tenemos derecho a disfrutarlo. Si estamos de acuerdo en esta última frase, ¿cuál es la diferencia con el paisaje? ¿No es un bien común? ¿No forma parte de nuestra cultura, identidad y memoria? ¿Por qué entonces cuando está herido lo damos por muerto? ¿Por qué las escasas políticas de paisaje se centran exclusivamente en los excepcionales? ¿Y los que lo fueron y tienden a no serlo? ¿Los abandonamos? Pues normalmente si, asumimos que es algo inherente al progreso y los dejamos morir.

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Bajo mi punto de vista, la destrucción del paisaje no viene motivada por la evolución o el frenético crecimiento, simplemente viene dada por la vagancia intelectual; cuando todo el campo se cultivaba de forma tradicional, los bosques eran bosques, los pueblos costeros vivían de la pesca y las ciudades crecían lentamente; el paisaje se generaba, gestionaba y mantenía prácticamente solo; llega la evolución, los campos se abandonan, se llenan de plástico, de naves agrícolas o de viviendas; los bosques se talan, se construye una urbanización o se instala una cantera; los pueblos costeros viven del turismo dos meses al año y las ciudades multiplican su población a ritmo vertiginoso; pasamos a tener un problema de complejidad elevada en el que intervienen infinidad de variables interrelacionadas. ¿Cuál es nuestra respuesta frente a esta situación? ¿Tendremos que adaptar nuestra forma de pensar, planificar y gobernar? ¿No?, pues no,  sencillamente la respuesta suele ser nula, es un tema demasiado complejo y su tratamiento requeriría replantearnos principios asumidos, ponerlos en duda, innovar, arriesgar y actualizar constantemente; en resumen un gran esfuerzo intelectual, con lo cual casi siempre resulta mucho más sencillo no hacer nada,  achacar la culpa al «progreso» y sumirnos en un conformismo absoluto que reconoce el daño, pero que sigue pensando que el mundo es muy grande, por lo tanto si quiero disfrutar de un paisaje de calidad lo haré en el 8% de mi tiempo que es cuando puedo viajar de vacaciones, el otro 92% asumo lo que tengo.

HIPOCRESÍA VERDE

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Resulta evidente el beneficio medioambiental de las instalaciones fotovoltaicas,  o como ahora los llaman «huertos solares»… es indiscutible. También podríamos asumir que muchas veces el fin justifica los medios…todo sea por el bien común…vale.

A menudo vemos artículos en el periódico en el que empresarios y políticos nos muestran su gran labor social y medioambiental en pro de la sostenibilidad, inaugurando la mayor instalación de la región, de España o incluso del mundo…. una gran labor ecologista.

Basta ya de hipocresía por favor, digamos que aprovechando el tirón de lo verde y de la sostenibilidad se está haciendo un negocio y punto, es totalmente legítimo; lo que no es de recibo es colgarnos la medalla de luchadores por el medio ambiente cuando arrasamos hectáreas y hectáreas de cubierta vegetal para nuestras placas, modificamos el paisaje y destrozamos panorámicas sin tomar ni la más mínima medida para reducir el impacto.

Un «huerto solar» puede instalarse sin impactar en el paisaje, para eso se idearon las medidas de integración; si las usara, si estaría teniendo en cuenta el medio ambiente; cuando no lo hago para que me quepan unas cuantas placas más, estoy pensado única y exclusivamente en mi negocio (lícito como he dicho, siempre y cuando no nos vanagloriemos de lo buenos que somos con la sostenibilidad).

Una posibilidad real parece no existir en los estudios de viabilidad de implantaciones de este tipo, la de que no sea viable por su afección al paisaje y no sea posible ni si quiera con medidas de integración. Del mismo modo que existen parcelas que no valen para un huerto solar por ser una umbría o  estar atravesadas por una rambla, también existen áreas que por su valor paisajístico no pueden recibir una instalación fotovoltaica sin menoscabo de sus valores; pero esta idea parece no estar asumida.

El fin podría justificar los medios cuando esos medios fuesen los únicos, pero creo que existen en el territorio suficientes emplazamientos ocultos por la orografía, separados de las principales vías de comunicación y alejados de zonas de alto valor paisajístico, como para tener que destrozar  nuestro paisaje como lo estamos haciendo; en este caso tendríamos que invertir en medidas correctoras (de coste insignificante comparado con la inversión) y posiblemente la conexión a la red esté más lejos que la línea que pasa por la carretera, vale, un coste a tener en cuenta en la inversión; pero no vale quitar ese sumando y si lo quitas al menos no te cuelgues la medallita.

CAMPO-CIUDAD EL PROBLEMA DE LA MASA CRÍTICA

En España llevamos décadas buscando soluciones para el mantenimiento de población en el medio rural;  planes, programas y acciones piloto que en la inmensa mayoría de los casos no alcanzan su objetivo, la despoblación de los pequeños núcleos sigue avanzando sin que se consiga poner freno al proceso.

Resulta evidente que la población residente en el campo debe tener acceso a los mismos servicios que la que habita las ciudades, su ausencia unida a la dureza, dedicación y sacrificio que exige la agricultura y ganadería hacen casi inconcebible el relevo generacional frente a la opción del traslado a la ciudad. La mecanización puede suavizar y modernizar el trabajo, pero llegamos al punto clave, «los servicios»; la implantación de infraestructuras requiere una masa crítica de usuarios que la amorticen, pero dicha «cantidad de habitantes» no existe porque no hay infraestructuras, el círculo se cierra y no llegamos a solución alguna.

Bajo mi punto de vista creo que el fallo se encuentra en las hipótesis de partida; me hago las siguientes preguntas ¿Necesita lo mismo el habitante de la ciudad y el del campo? ¿Por qué estamos intentando crear servicios diseñados para implantarse en un entorno urbano de la misma forma que en una ubicación que no lo es? Un nivel satisfactorio de calidad de vida ¿se obtiene de la misma forma en todos sitios?.

Creo que ha llegado el momento de replantear desde origen,  analizar necesidades reales,  diseñar nuevos sistemas, buscar nuevas formas de satisfacción y abrir de una vez el círculo cerrado.

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¿PAISAJE AGRÍCOLA?

La primera de las fotografías sería la imagen mental que tenemos de un «paisaje agrícola de postal», algo que (aunque muchas veces de forma errónea), relacionamos con lo natural, saludable y sostenible. Si sostenible es que se garantice que las generaciones futuras puedan disfrutar al menos de lo mismo que nosotros, algo no se está haciendo correctamente. La «industrialización de la agricultura» es un derecho del agricultor a obtener mayores beneficios, ahora bien ¿donde empieza su derecho y termina el de la población a disfrutar de paisajes de calidad? Urbanísticamente la propiedad de un suelo no te da derecho a hacer lo que consideres oportuno sobre el mismo, si el Plan marca tres alturas no puedes hacer seis, si el uso fijado es el residencial no puedes poner una fábrica, si te debes separar tres metros del lindero no puedes edificar junto a tu vecino… todo ello en busca de un interés general. El paisaje es claramente un bien común y las consecuencias positivas o negativas de su ordenación, gestión y conservación nos afecta a todos ¿Por qué entonces las normas sólo se aplican para determinadas cosas?

TIERRAS ALTAS DE LORCA

Dicen que para que un paisaje despierte nuestro interés ya sólo buscamos lo pintoresco, yo realmente creo que no es así, cada paisaje nos aporta algo (independientemente de que lo conozcamos o no); la valoración de un paisaje no escapa afortunadamente de la subjetividad del observador, es por ello que cuando los que venimos de una tierra de minifundios o más bien «microfundios» en un terreno árido, muy densamente  poblado e intensamente explotado, llegamos a este territorio sin particionar, donde no se escucha nada, con el intenso color de los verdes en las llanuras agrícolas en contraste con los ocres de las potentes ramblas y con la sorpresa de encontrar riachuelos vivos, simplemente podemos comprobar el efecto terapéutico de un paisaje.

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CONSTRUCCIONES RURALES

El paisaje es un excelente narrador de historias, su contemplación nos hace comprender el carácter de sus habitantes, sus costumbres y su identidad. Las construcciones rurales tradicionales quedan insertadas en su entorno considerándolas todos integradas en el mismo por la sencilla razón de que en nuestra memoria forman parte del medio rural;  su emplazamiento y morfología nos ayudan a «leer» y comprender las formas de vida (en zonas elevadas para visualizar las fincas, a resguardo de una montaña para protegerse del viento en zonas de montaña, con árboles ornamentales o no productivos para dar sombra en los calurosos veranos); su existencia además rompe la posible monotonía de la contemplación del paisaje creando hitos, incidentes o llamadas de atención que atraen nuestra mirada y despiertan nuestro interés.  Hoy por hoy, la tendencia absoluta es la de su deterioro y desaparición, la historia que nos cuentan es la de una forma de vida abandonada que pasó a la historia, mantienen su efecto atractor pero cada vez más basado en el pintoresquismo de la ruina. Perdemos nuestra historia e identidad quizá sin demasiado sentido en un momento de auge del turismo rural y graves problemas de vivienda y empleo. Crece la demanda de alojamientos rurales mientras aumentan  las construcciones abandonadas en parajes idílicos; crece el desempleo y aumentan los terrenos baldíos; crece la necesidad de vivienda económica pero se siguen abandonando en el medio rural…. algo no funciona, se requiere el diseño de mecanismos que consideren la cuestión en su conjunto, pero  no como un problema a resolver, se trata  más bien de una oportunidad pendiente de ser aprovechada.

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