EUTANASIA DEL PAISAJE_VAGANCIA INTELECTUAL
En casi ninguna cabeza cabría comprender que si una catedral se está cayendo por el paso de los años la dejemos caer; casi nadie entendería que dejásemos pudrirse en un húmedo sótano una obra de arte pictórica o una escultura; se trata de elementos que forman parte de nuestra cultura, nuestra identidad y nuestra memoria, son un bien común y todos (incluso las próximas generaciones) tenemos derecho a disfrutarlo. Si estamos de acuerdo en esta última frase, ¿cuál es la diferencia con el paisaje? ¿No es un bien común? ¿No forma parte de nuestra cultura, identidad y memoria? ¿Por qué entonces cuando está herido lo damos por muerto? ¿Por qué las escasas políticas de paisaje se centran exclusivamente en los excepcionales? ¿Y los que lo fueron y tienden a no serlo? ¿Los abandonamos? Pues normalmente si, asumimos que es algo inherente al progreso y los dejamos morir.
Bajo mi punto de vista, la destrucción del paisaje no viene motivada por la evolución o el frenético crecimiento, simplemente viene dada por la vagancia intelectual; cuando todo el campo se cultivaba de forma tradicional, los bosques eran bosques, los pueblos costeros vivían de la pesca y las ciudades crecían lentamente; el paisaje se generaba, gestionaba y mantenía prácticamente solo; llega la evolución, los campos se abandonan, se llenan de plástico, de naves agrícolas o de viviendas; los bosques se talan, se construye una urbanización o se instala una cantera; los pueblos costeros viven del turismo dos meses al año y las ciudades multiplican su población a ritmo vertiginoso; pasamos a tener un problema de complejidad elevada en el que intervienen infinidad de variables interrelacionadas. ¿Cuál es nuestra respuesta frente a esta situación? ¿Tendremos que adaptar nuestra forma de pensar, planificar y gobernar? ¿No?, pues no, sencillamente la respuesta suele ser nula, es un tema demasiado complejo y su tratamiento requeriría replantearnos principios asumidos, ponerlos en duda, innovar, arriesgar y actualizar constantemente; en resumen un gran esfuerzo intelectual, con lo cual casi siempre resulta mucho más sencillo no hacer nada, achacar la culpa al «progreso» y sumirnos en un conformismo absoluto que reconoce el daño, pero que sigue pensando que el mundo es muy grande, por lo tanto si quiero disfrutar de un paisaje de calidad lo haré en el 8% de mi tiempo que es cuando puedo viajar de vacaciones, el otro 92% asumo lo que tengo.
Por una parte vagancia intelectual y por otra «para qué me voy a molestar si no voy a sacar un rápido rendimiento económico?, antes construyo en primera linea de playa, aunque tenga que destrozar una paraje natural de una belleza impresionante, que esto sí que me da beneficios grandes y de forma rapida»…. Una pena.