Categoría: PAISAJE Y COMPETITIVIDAD

¿Para qué sirve la Ordenación del Territorio?
La Ordenación del Territorio podría haber sido útil cuando la minería era una gran fuente de riqueza en nuestra Región de Murcia, había que potenciarla como fuera, reduciendo costes y sin importar los daños colaterales…., pero no se utilizó y el resultado lo vemos en la Bahía de Portman o en el entorno de las poblaciones de La Unión o de Mazarrón, terrenos en los que ni las más dura de las malas hierbas es capaz de germinar; la minería se acabó y allí quedó el resto.
También podría haber servido cuando la industria era el motor económico de Cartagena, había que producir a toda costa, ¡Era el pan nuestro de cada día de numerosas familias! ¿Cómo hacerlo? … Como fuera, lo importante seguía siendo producir al menor coste…. pero tampoco era por lo visto el momento de preocuparnos de temas «secundarios» como la ordenación del territorio o el paisaje; la industria se fue y nos queda esos paisajes marcianos de suelos contaminados que nos reciben al llegar a la ciudad.
Terrenos de Zincsa (Cartagena). Fuente: Sureste diario
Hace muy pocos años, cuando el progreso y el modelo económico era el del sector inmobiliario, teníamos las «lecciones aprendidas» o al menos ejemplos en los que mirar, pero de nuevo volvimos a obviar aquello de la Ordenación Territorial, volvemos a edificar donde sea y como sea, sin un modelo ni una estructura o planificación que lo sustentase; como es lógico se hunde y nos quedamos con barrios fantasmas, terrenos baldíos, urbanizaciones inhabitables por su desconexión e infraestructuras e inversiones muertas antes de nacer.
Ahora nos toca el turno de la Agricultura, ese motor económico que nunca ha cesado en nuestra Región, y ahora lo que toca es que ese sector sea precisamente el “intocable”, ahora podemos plantar lo que sea, como sea y donde sea; ¿las consecuencias para mañana?…da igual, ahora hay que fomentar ese sector, hay que maximizar beneficios para que sea una inversión atractiva y se genere actividad… me parece muy bien, pero ¿a cualquier precio?.
El verano pasado vimos como el Mar Menor “entraba en coma” y esta primavera vemos como lo que toca es rematar su entorno paisajístico con el plástico (en zonas en las que la norma no lo permite)…. Pero da igual lo que hay que hacer es producir, producir y producir. Los mercados cambiarán en unos meses, años o décadas, da igual pero al final cambiarán, y en ese momento ¿Qué quedará? ¿Tendrá capacidad de respuesta el territorio?… La historia dice que no.
Es evidente que la solución no es fácil, son multitud de factores a tener en cuenta al mismo tiempo en un sistema complejo que debe mantener su equilibrio para el «pan» de hoy y sostenibilidad para el de mañana; pero también está claro que la tradicional postura de no afrontar el problema por su dificultad o anclarnos en el «ya veremos» trae consigo consecuencias muy graves y nos lleva a puntos de no retorno.
¿Llegará el momento en el que el sector porcino sea el motor de nuestra economía? ¿Qué pasará entonces?….
EN PAISAJE ¿ INVERSIÓN = GASTO ?
Simplificando las definiciones, creo que la diferencia entre inversión y gasto debe estar en que en el primero lo que me gasto revierte en un beneficio que me hace recuperar lo gastado más un plus, mientras que en el segundo no lo recupero, simplemente me lo gasto y desparece.
Esta semana he leído dos artículos en los que, hablando de temas relacionados con el paisaje urbano de mi ciudad (Murcia), se citaba por parte del Ayuntamiento la conveniencia de acometer dos actuaciones (peatonalización del paseo Alfonso X y reciclaje urbano del edificio de la antigua cárcel provincial, ambos en el centro de la ciudad); no obstante se dice en ellos que se hará cuando las arcas municipales salgan del penoso estado en el que se encuentran actualmente; es decir cuando estemos bien invertiremos para pasar del Bien al Notable. Este hecho que puede parecer claro deja en evidencia la concepción actual del paisaje por parte precisamente de los sectores de la sociedad con mayor capacidad de decisión sobre el mismo; es decir queda asumido que paisaje = decoración = gasto con lo cual lo haremos cuando nos podamos permitir ese tipo de lujos.
Hoy día es evidente que lo que necesitamos son beneficios pero desgraciadamente la gestión de la Administración se aleja mucho de la de cualquier empresa en cuanto a eficiencia, cumplimiento de objetivos y asunción de responsabilidades; no obstante creo que hasta el más pequeño de los empresarios conoce el hecho de que para obtener beneficios hay un paso que no nos podemos saltar, el de la inversión (mayor, menor, intelectual o material… pero siempre real) ¿Este concepto básico es desconocido por alguien? …. entiendo que no, luego el problema no es que no creamos en la inversión, sino que seguimos pensando que el paisaje es un GASTO superfluo.
Poniendo el ejemplo de la peatonalización de Alfonso X, esta simple acción puede generar una serie de acciones retroalimentadas como las de fusión del pequeño casco antiguo con el resto de la trama, mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, fomento del turismo y de la deseada «imagen de marca» de la ciudad; todos ellos generan directa o indirectamente beneficios económicos, luego ¿estamos hablando de un gasto o de una inversión?. Y una vez que veo claro los beneficios, entiendo que el camino no es el de la obra faraónica, sino el de la materia gris y el de replantear cuestiones asumidas, remodelación no es sinónimo de gran inversión; cuando en Little Italy en Nueva York las calles transitadas por coches se transformaban por la noche en amplios paseos con agradables terrazas en las que cenar en verano ¿cuál era la inversión? ¿dos barreras por calle? ¿dos grandes maceteros que se movían?.
Luego si es evidente que hay que invertir para obtener beneficios y además parece estar claro que esa inversión puede ser ridícula (sobre todo en comparación con los beneficios que puede generar) ¿Cuál es el problema?¿Por qué no invertimos en paisaje?….. Pues vuelvo a lo mismo, porque se considera un lujo y no una herramienta.
¿LA UNIFORMIDAD MEJORA LA COMPETITIVIDAD?
Recientemente he leído algunos artículos en los que distintos municipios se plantean medidas y acciones encaminadas a la mejora de su paisaje urbano, lo cual me alegra enormemente al darme cuenta que la idea va poco a poco filtrándose en nuestra sociedad; ahora bien, en todos ellos figura la palabra «uniformidad» como un objetivo, imagino que con la intención de mejorar la imaginabilidad del lugar, por tanto su identidad y por último la codiciada competitividad; ante este razonamiento pienso en las favelas brasileñas, una gran imaginabilidad y una potentísima identidad, pero ¿ello nos atrae? , evidentemente no, y aunque el ejemplo sea extremo creo que es válido, la identidad es condición necesaria pero no suficiente; la finalidad del paisaje urbano es la de permitir y/o mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, facilitar las relaciones sociales, el contacto con la naturaleza y también la competitividad; lo cual sinceramente pienso que únicamente por ejemplo unificando el color de los toldos de las terrazas no vamos a conseguir; de hecho esa buscada uniformidad y su intento se asimilación con orden y armonía creo que nos lleva al aburrimiento y la banalidad de los recorridos.
Volvemos una y otra vez a la consideración del paisaje tan sólo como forma y dejamos de nuevo en el tintero su esencia, la sociedad que los habita y sus procesos de relación; el paisaje urbano tiene una funcionalidad real o potencial directamente relacionada con los procesos que en el mismo tienen lugar; la puerta de un centro universitario plagado de estudiantes jóvenes y profesores, la plaza en la que se ubica un gran monumento y sus turistas, la zona de acceso a un edificio administrativo y sus trabajadores o la salida de un hospital y los familiares de los enfermos son espacios vividos por personas distintas o al menos en situaciones diferentes, por tanto parece lógico pensar que cada uno de esos emplazamientos requerirá un tratamiento distinto, no uniforme.
Está claro que el enfoque que planteo no es el fácil y no debemos confundirlo con un «laissez faire» y que salga lo que tenga que salir, se trata como siempre de planificar, trabajar y creer realmente en lo que estamos haciendo.
Creo que la historia nos ha dejado evidentes ejemplos de inhabitables espacios tremendamente uniformes y de extraordinarios conjuntos de elementos dispares concatenados; se trata «simplemente» de que exista un porqué de la forma derivado del proceso que alberga, de no ser excluyente ni con la uniformidad ni con la variedad, sencillamente cada una estará donde se requiera.
METODOLOGÍA PARA DETERMINAR LA CALIDAD DEL PAISAJE URBANO
En ocasiones asociamos el concepto de «Calidad» al nivel de adecuación a un uso, a que se cumplan «x» requisitos o a que el cliente o consumidor adquiera un nivel determinado de satisfacción frente a un producto o servicio; la RAE la define como «conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor«.
Analizando la metodología tradicional de análisis del paisaje urbano y la determinación de su calidad, vemos distintos enfoques que en general convergen en determinados «conceptos asumidos»; indicadores como la relación entre la altura de los edificios y la sección de los viales, la existencia de espacios verdes y su estado, la presencia de vegetación en los viales, la existencia y diseño del mobiliario urbano, la tipología de pavimentos, la dimensión de los recorridos peatonales, etc… en ocasiones estos aspectos se trasladan al mundo de los valores numéricos, asignando un valor a cada estado y definiendo en base a su proximidad a la considerada como cifra ideal su nivel de calidad; esta práctica permite evidentemente una valoración aséptica del paisaje buscando la mayor objetividad posible del evaluador; personalmente no estoy de acuerdo en absoluto con la idea de dejar de lado la subjetividad, pero me gustaría centrar el post en otra cuestión, me refiero a la de la definición que vemos arriba del concepto de «calidad».
Cualquiera de las definiciones introduce de una forma u otra el concepto de uso, de funcionalidad, de adecuación y respuesta a una necesidad; cuando analizamos el paisaje urbano en base a sus características formales y composición mediante una metodología asumida como «universal» ¿dónde estamos analizando el nivel de satisfacción del consumidor (la sociedad)? ¿Requerimos el mismo ancho de acera en una zona residencial, comercial, industrial o de oficinas, en Oslo, en Buenos Aires o en Roma? ¿Una plaza dura siempre es un crimen?. …. evidentemente no.
El paisaje urbano y la imagen mental que creamos del mismo no es en absoluto estática, sino el resultado de un recorrido, expansiones, contracciones, visuales, hitos, detalles, etc… en definitiva se trata de un PROCESO, si el resultado de ese proceso es el que nos va a aportar o no satisfacción ¿dónde lo estamos analizando?.
La ciudad en general y el paisaje urbano en particular constituyen sistemas de complejidad organizada, por tanto simplificar la evaluación de su calidad a determinados parámetros considero sencillamente que no nos proporciona el objetivo que deberíamos buscar LA SATISFACCIÓN DE LA SOCIEDAD, por tanto a pesar de la necesidad de traducir a números, no podemos dejar en el tintero variables e incógnitas de las que depende directamente el resultado.
SELF-SERVICE TERRITORIAL. La Manga del Mar Menor
La semana pasada mi amigo Antonio empleaba el término Self-Service Territorial en uno de sus comentarios, ahora después de pasar unos días en la Manga del Mar Menor quiero compartir en este post un claro ejemplo de este concepto.
La Manga es sin duda lugar de visita obligada para todo estudioso del territorio, la ciudad, el urbanismo y el paisaje; un lugar que nos hace comprender lo bruto e ignorante que puede llegar a ser el hombre, un clarísimo ejemplo de cómo NO deben hacerse las cosas.
Para el que no la conozca, se trata de una estrecha franja de terreno de unos 22 Km que separa el Mar Mediterráneo del Mar Menor, un auténtico regalo de la naturaleza en el que atravesando 100 metros de arena fina y dunas podíamos bañarnos tanto en un Mar como en otro…. bueno de eso se trataba, hoy día se trata de un territorio totalmente ocupado (que no urbanizado por la dignidad del término) atravesado por un único vial sin salida (ya que milagrosamente el acceso norte no se ha materializado por sus valores ecológicos) a cuyos lados se localizan enormes bloques en altura, unos paralelos al mar formando pantallas y otros en perpendicular al mismo, da igual, como cada uno ha querido en función del parcelario resultante; junto a éstos zonas de viviendas unifamiliares (que en ocasiones entran literalmente en el Mar Menor) dispuestas en calles sin salida en las que cada propietario de parcela ejecuta su «trozo» de acera, con lo cual tenemos un gran muestrario de materiales y acabados y en algunos casos simplemente no se ejecuta. El recorrido peatonal a través del vial principal se convierte en una auténtica aventura ya que, siguiendo el concepto de self-service, cada urbanización ejecuta su trozo como estima conveniente, con lo cual una estrecha acera de repente se convierte en un aparcamiento de coches o en una caseta para guardar la basura, si vas en silla de ruedas o llevas un cochecito de bebé sencillamente es «misión imposible».
Siguiendo con el ejemplo de lo que NO debemos hacer, pasamos a ver el carril bici, o al menos así lo llaman, se trata de un espacio de aproximadamente 1.00 metro de ancho unido por una parte a la única zona peatonal posible y por el otro limitado por un afilado bordillo de unos 30 cm de alto (hacerlo de bordes redondeados hubiese sido mucho pedir) que nos separa del tráfico rodado y que resulta especialmente útil para abrirte la cabeza en caso de caída; si consigues no caerte y además esquivar a los numerosos peatones que invaden la zona y se cabrean cuando tocas el timbre para pasar, te das cuenta de otro problema del Self-Service, los aparcamientos públicos en superficie no aportan aparentemente beneficios directos con lo cual no los hacemos y los ciudadanos pasan a aparcar en el único sitio que queda libre, el del carril bici. A la vista de que resulta totalmente imposible circular con normalidad decidimos aventurarnos y rodar por la calzada junto a los coches, pero ahora llega un nuevo problema «los defensores de sus derechos», esos señores que entienden que el derecho a circular por la calzada es exclusivo de los vehículos a motor y te gritan y pitan porque con tu velocidad estás haciéndole perder su preciado tiempo, teniendo un carril bici ¿por qué narices tengo que hacer el esfuerzo sobrehumano de poner el intermitente y adelantar?.
En materia de paisaje urbano, en determinado momento alguien decide unificar la imagen plantando palmeras, ¿de qué especie?… de la que sea, todas valen ¿no?, y llegamos a que tras aproximadamente 8 años sigo sin poder pisar la acera en determinadas zonas porque se trata de palmeras bajas y las afiladas puntas me llegan justo a la altura de los ojos.
Ya para nota llegamos al apartado de crear complejidad urbana, una mezcla que nos invite a ir a algún sitio, que nos ofrezca la opción de elegir, pero como digo eso sería para nota y no entra en el concepto de self-service, es demasiado complejo, mejor ponemos pequeños locales en las plantas bajas de las urbanizaciones, espacios interiores aptos tan sólo para comercios de consumo de primera necesidad, cada urbanización tendría su supermercado, su panadería, su bar y su tienda de golosinas y prensa, pero algo falla, no hemos puesto nada de nuestra parte para romper con la estacionalidad con lo cual esos negocios se deben mantener con los beneficios obtenidos durante los meses de julio y agosto, el resto del año no pueden abrir y por tanto cierran y caen uno tras otro.
Llegado este punto y considerando inviable demoler los 22 Km de edificaciones y empezar de nuevo, me planteo:
– Los dos mares siguen estando igual de cerca y podemos seguir disfrutándolos.
– El Mar Menor es un paraíso para los amantes de los deportes como el windsurf, el piragüismo o la vela.
– Cabo de Palos (unido físicamente a la Manga) constituye unos de los mejores sitios de España para la práctica del buceo.
– Seguimos teniendo 22 Km de playa de arena blanca y fina y aguas cristalinas.
– Existe amplia oferta de puntos de amarre en la zona.
– Está localizada a menos de 30 minutos de la ciudad de Cartagena y su gran oferta turística cultural.
– ¿No estamos ante lo que puede ser un producto turístico excepcional? ¿No existe esa potencialidad? ¿Realmente ese Self-Service ha hecho llegar a un punto de no retorno?
Las dinámicas que veo por parte de los agentes con capacidad de decisión es la dar por muerta La Manga, dejarla en «sálvese quien pueda», seguir predicando que el futuro de nuestra Región está en el turismo y buscar un nuevo emplazamiento excepcional para una nueva «actuación estrella». Cuando un project manager llega al final de un proyecto, concluye con el apartado de «lecciones aprendidas», esa información que nos ha aportado el proyecto, que nos ha enriquecido y que nos ha hecho más expertos en la materia…. ¿tan difícil resulta ver a nuestra clase política como Project Manager territoriales las lecciones aprendidas del Self-Service Territorial de la Manga?.
Si lo que buscamos es un producto estrella, un proyecto emblemático, un elemento diferenciador, tenemos una oportunidad excepcional, LA CUALIFICACIÓN DE LA MANGA DEL MAR MENOR; hemos visto que el potencial es enorme, la inversión es ridícula en comparación con el desarrollo de un nuevo producto desde cero, el coste medioambiental es nulo (partiendo de la situación actual) y fundamentalmente si lo que buscamos es una nueva imagen de marca que atraiga el turismo de calidad, ¿qué mejor marketing que el de un territorio que ha sido capaz de darle la vuelta a la tortilla?.
EL MÉTODO ANTICIENTÍFICO EN EL PAISAJE URBANO
Cuando un médico se enfrenta al tumor de un paciente, primero analiza y diagnostica, luego estudia posibilidades de intervención, después opera y por último da puntos de sutura; es el fundamento del método científico; observar, plantearse preguntas, crear hipótesis, analizarlas, discutirlas y optar por la mejor solución en base a la infinidad de parámetros que intervienen.
Acabo de terminar el estudio de paisaje de una comarca en la que hemos analizado cinco núcleos urbanos de tamaño pequeño-medio (desde 4.500 habitantes a 59.500), en todos ellos como norma común se detecta el mismo tumor en materia de paisaje urbano; accesos y bordes deteriorados, ensanches banales, cascos antiguos mal conservados, déficit de zonas verdes y espacios de reunión, etc…. también observamos en todos ellos una tendencia al intento de cura, signos de haber pasado por la consulta del médico, restos de cirugía….. pero hay un problema común, en todos los casos hemos pasado por alto las fases que citaba del método científico y directamente nos hemos ido a los puntos de sutura.
Es habitual encontrar fragmentos de avenidas con cipreses podados en forma de cilindros sobre un tapiz de césped natural o artificial, grandes esculturas en algunas rotondas que presuntamente nos anuncian una ciudad moderna y ligada al arte, farolas que en determinado tramo de calle dejan el modelo básico para pasar a ser modernistas y terminar por modelos de «vanguardia»; todo ello como digo en forma de puntos de sutura, mientras el tumor sigue adelante; no hemos analizado y mucho menos planificado por lo tanto seguimos poniendo apósitos sin tener claro para qué o por qué, lo cual implica directamente que la eficacia de las acciones será sólo fruto de la casualidad, pudiendo no sólo no funcionar sino también ser contraproducente, de hecho pienso que este tipo de acciones inconexas entre ellas, sin sentido, desconectadas del lugar y desarraigadas de sus habitantes exportan una imagen negativa, la de no saber hacer las cosas, la del quiero y no puedo….
Frente a este intento de «maquillaje» de la cicatriz ¿por qué no atacamos directamente al tumor?. El importe económico de cualquiera de dichas acciones (en la mayoría de los casos inútiles) supera el coste de una planificación de paisaje, un instrumento que en base al método científico analice, diagnostique, se plantee preguntas y encuentre soluciones; una vez lo tengamos ya dispondremos de la hoja de ruta a seguir y ese será el momento de las acciones y las fotografías en los diarios, es evidente que el enfermo no sanará en breve, más bien a medio o largo plazo, pero la sensación al visitarlo será la de alguien que mejora, que se va a curar y sobre todo que está en buenas manos.
LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO
Cuando el recorrido urbano para ir a comprar se convierte en una ultramaratón con 40 grados a la sombra, cuando caminar por la acera se asemeja a una gymkana, cuando la ciudad termina sin solución de continuidad simplemente porque empieza el campo…. creo que algo falla.
¿Son nuestras poblaciones realmente ciudad o se trata simplemente de contenedores de viviendas? Las abejas duermen en su colmena, salen a trabajar, traen comida y de nuevo duermen ¿Cuál es la diferencia entre ellas y la forma de vida que nos ofrece la mayoría de nuestras ciudades?
Nuestras manzanas, viales, plazas, recorridos, etc… no pueden ser tratados sobre un simple plano en dos dimensiones como si de las celdas de la colmena se tratase, no es un problema de geometría ni de cálculo, la meta no es sólo crear una malla funcional; el objetivo olvidado es que las ciudades son para facilitar el progreso, la relación y el bienestar de sus habitantes; es decir la finalidad es el hombre en sí mismo, no la miel.
Cuando la zona de la imagen la vemos sobre plano, observamos una planificación clásica basada en la zonificación, esa planificación se lleva a la realidad y el resultado es….. lo que salga.
¿Ha tenido en cuenta la planificación que esa calle tiene pendiente? ¿Ha considerado los 40 grados a la sombra en verano? ¿Es consciente de la lenta evolución del aspecto formal por sustitución de viejas edificaciones? ¿Dónde me paro a hablar con mi vecino? ¿Dónde me siento a descansar un rato?… Todo ello influye en gran medida en que la ultramaratón o la gymkana se transformen en recorridos, en paseos que quiera hacer en lugar de esfuerzos a los que me vea obligado para resolver cuestiones como la de ir a la compra; por tanto salgamos del plano, pisemos el territorio y no olvidemos nuestro norte (el hombre en sociedad).
La planificación tiene un cliente (sociedad) realmente conformista en este aspecto, normalmente asume sin más lo que tiene y a lo sumo espera que algo mejor llegue algún día, un hecho comprensible para la sociedad por desconocimiento o falta de sensibilización pero no admisible para el planificador ya que sencillamente no está haciendo su trabajo. Encajar edificabilidad en parcelas y dibujar viales es parte del urbanismo, pero por fortuna su capacidad va muchísimo más allá; ahora que la crisis ha diluido las prisas y borrado de los titulares palabras como especulación, ladrillo o “todo vale”, ahora que hemos comprobado que ese sistema no era válido ¿no habrá llegado la hora de volver al principio y retomar el verdadero significado de la planificación y el urbanismo?.
LOS NO PAISAJES
Muchos años han pasado desde que Petrarca subiese al Monte Ventoux y en sus cartas relatase la belleza que le conmovió al llegar a la cumbre y contemplar su entorno; se inició entonces la consideración de un término hasta ese momento desconocido, el “paisaje”, ligado inequívocamente a lo bello; la posibilidad de hacer un viaje sin una finalidad específica simplemente por el disfrute de su contemplación.
Esta consideración ha permitido durante este tiempo la conservación y creación de paisajes excepcionales, lo cual debemos agradecer al poeta italiano; ahora bien, casi siete siglos después ¿no va siendo hora de tener en cuenta otras consideraciones?
A la pregunta de ¿qué es un paisaje? la imagen mental de la mayoría absoluta de la población es la de la montaña verde, posiblemente con algo de nieve en las cumbres, o un río que serpentea por el valle entre un perfecto arbolado.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define paisaje como “Extensión de terreno que se ve desde un sitio”, el Convenio Europeo del Paisaje ataca directamente la problemática objeto del presente post y lo define en su primer artículo como “Cualquier parte del territorio tal como la percibe la población…..”; en ningún sitio hemos dicho que sea bello, excepcional o que transmita sensaciones positivas.
Este hecho que podría parecer superficial o un problema de léxico sin trascendencia, es claramente esencial ya que si algo no existe sencillamente no nos ocupamos de ello; mientras la idea clásica de paisaje permanezca en nuestras mentes, nada haremos por el paisaje de nuestras ciudades deterioradas, nuestros barrios banales, nuestros entornos industriales o nuestras zonas agrícolas abandonadas…. simplemente porque no se considera que existan…el paisaje es otra cosa…. estos barrios siempre han sido así…. las industrias son feas por naturaleza…. el progreso nos lleva a estos cambios……etc, etc, etc….
Pues bien, como decía antes, creo que ha llegado el momento de cambiar nuestra forma de pensar y actuar. Lo primero que necesitamos sin duda es sensibilizar para dejar de predicar en el desierto, pero bajo mi punto de vista no sólo como se viene haciendo, es decir, las bondades de un paisaje excepcional las conocemos desde el siglo XIV y es positivo mantener su difusión y puesta en valor…. positivo pero no suficiente, no avanzamos.
El verdadero avance lo encontraremos primero cuando se asuma el valor del paisaje cotidiano, el que veo por la mañana cuando abro la ventana, el que observo mientras voy al trabajo, el que disfruto al ir a comprar pan o lo que contemplo mientras tomo un café en una terraza; es decir durante el 95% de mis horas (el otro 5% lo dejo para lo que veo en mis vacaciones); en segundo lugar cuando logremos entender que las cosas pueden cambiar, no existen los paisajes muertos, tan sólo los malheridos.
Finalmente dejo en último lugar el concepto que considero de mayor importancia (ya tratado en otros artículos), el paisaje no es un “extra” a conseguir en un entorno, no es un “adorno”, no hablamos de “decoro”, no es el fin sino el medio; la finalidad no es el paisaje, la finalidad es la sociedad, su bienestar, su calidad de vida, su salud, su competitividad, su arraigo, su identidad, su memoria y su futuro; por tanto, dado que en todos los términos que acabo de citar el paisaje puede intervenir positivamente creando, modificando, conservando o mejorando, tengamos en cuenta su aportación y lo que es más importante transmitámoslo a la sociedad.
Las dos imágenes que muestro hablan de dos PAISAJES que no encajan en la idea de Petrarca, son entornos en estado crítico o terminal, ¿quiere eso decir que debemos abandonarlos? ¿significa que no existe solución? ¿qué pasa con sus moradores? ¿deben asumir que deben vivir en un entorno que tan sólo transmite sensaciones negativas?; evidentemente NO, toca en primer lugar reconocer que son paisajes, en segundo lugar contemplar la relación del mismo con sus habitantes y por último trabajar duramente, no es un camino fácil pero existe y por tanto hay que recorrerlo.
EL PAISAJE COMO NARRADOR DE HISTORIAS
Parece evidente la capacidad de un paisaje para contarnos una lección de geografía, botánica o geología, una visita de campo sin duda nos puede hacer comprender en dos minutos conceptos para los que necesitaríamos horas de lectura; me gustaría sin embargo centrar este post en otro tipo de narraciones cuya existencia no parece tan evidente o al menos se encuentra muy poco valorada, me refiero al potencial del paisaje para informarnos del carácter de sus habitantes, de sus valores, de sus costumbres y de su evolución.
La primera imagen es meramente informativa, nos muestra sencillamente la contraposición del antes y el después; la secuencia de la casa de labranza en posición dominante del cerro, a su abandono y a la «modernización» de las plantaciones; se mantiene el carácter agrícola pero una sola imagen nos hace entender y conocer su evolución.
Para comprender el segundo ejemplo, os pongo en situación, se trata de la Sierra de Almenara, una sierra prelitoral de la Región de Murcia, semidesértica, sin agua y cubierta con un manto de matorral bajo; el recorrido por sus carreteras secundarias y caminos nos muestra un medio hostil, árido, difícil…. de repente pasamos una curva y vemos como el monte bajo se ha desbrozado, la pendiente se ha modificado y ahora tenemos una plantación de cítricos (propia de zonas de regadío)…. ¿Qué nos está contando el paisaje de sus habitantes?
Ahora llega la maravillosa subjetividad; algunos pensarán que el «autor» de este «huerto» es sencillamente un bárbaro que ha menospreciado la indudable belleza del paisaje desértico, otros sin embargo pensarán en la valentía y tesón del agricultor que no se rinde a la dureza del medio y lucha por su adaptación…. opiniones habrá para todos los gustos pero algo queda claro, el paisaje nos está contando una historia.
Este hecho que en principio puede parecer baladí, deja de serlo cuando pensamos la importancia del carácter identitario de un pueblo, de su cultura, del arraigo de sus pobladores, de la imagen que transmitimos en materia de competitividad, etc… por tanto asumamos que una acción sobre el paisaje va mucho más allá de la simple afección paisajística; no respetar un paisaje es mucho más que eliminar un bello lugar, nos quedamos sin memoria, sin nada que contar, transmitimos una imagen poco atrayente.
La no consideración de este potencial del paisaje nos lleva que partes de la historia que narraba desaparezcan y todo quede en un conjunto ilegible y banal que por tanto se disipará en nuestra memoria.
PAISAJE VS IMAGEN DE MARCA
Dice el Convenio Europeo del Paisaje en su preámbulo que el paisaje constituye un recurso favorable para la actividad económica y su protección, gestión y ordenación pueden contribuir a la creación de empleo (un hecho obvio pero no por ello siempre asumido).
Tratando de avanzar en el ¿cómo? lo primero que se me ocurre es la cuestión de la «imagen de marca» como el conjunto de comunicaciones que recibimos acerca de un producto o servicio y que generan en nuestra mente su conocimiento, su recuerdo, y las sensaciones de atracción, rechazo o indiferencia.
Si lo que tratamos de vender es un bolígrafo, los que nos dedicamos al paisaje seguramente poco podemos aportar a su «imagen de marca», sin embargo pienso que nuestro campo de actuación es muy amplio y os pongo un ejemplo de un «producto» o «servicio» en el que creo que la participación del paisaje es indiscutible: El Camino de Santiago.
Desconozco las cifras oficiales, no obstante tras cinco años haciéndolo desde distintos sitios, sigo comprobando que los únicos servicios existentes en caseríos y pequeños pueblos están enfocados a los peregrinos, al llegar a Santiago de Compostela y pasear por sus calles vemos que el 95% de los viandantes son turistas y el 90% de los comercios del casco antiguo se destinan a hoteles, tiendas de recuerdos, bares, cafeterías y restaurantes, se trata de un producto turístico que evidentemente funciona.
La motivación para hacer el camino puede ser religiosa, deportiva, cultural o simplemente un reto personal; pero todas ellas comparten algo…. su paisaje… esa es la imagen por la que lo conocemos, lo recordamos y como norma general nos «engancha» y nos hace volver…. ¿No es eso una imagen de marca? ¿Cuántos peregrinos harían el camino si no existiesen los bosques de Lugo, las pistas de costeras del Camino del Norte, o los abruptos paisajes asturianos? ¿Cuántos turistas habría en Santiago si su casco antiguo no se hubiese conservado?.
Si lo que acabo de exponer es tan evidente me planteo las siguientes preguntas:
– ¿Por qué este hecho no es asumido y potenciado en general por Administraciones y empresarios?.
– ¿Por qué no se utiliza (salvo en ocasiones) el paisaje como herramienta?.
– ¿Por qué en un proceso de toma de decisiones no suele intervenir el paisaje?.
– ¿Por qué machacamos paisajes excepcionales con la excusa del progreso y la creación de empleo? ¿No estaba claro que el paisaje también puede crear riqueza?.
La no utilización del paisaje como recurso económico en base a la escasa calidad del mismo tampoco creo que sea razonable, simplemente se trata de dos caminos distintos, el que goza de paisajes excepcionales «simplemente» necesitará proteger y gestionar; mientras que el que tan sólo tenga paisajes banales o deteriorados requerirá la vía creativa, un camino más largo, pero a la vez más excitante y con mayores horizontes, el límite lo ponemos nosotros.