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PAISAJE URBANO_EL VALOR DE LA SUBJETIVIDAD

 

 

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Para el estudio que recientemente hemos finalizado sobre el Paisaje Urbano de la Ciudad de Murcia; pusimos en práctica una investigación basada en un proceso de participación pública en el que, entre otros objetivos, nos marcamos el de conocer qué parámetros intervinientes en el paisaje urbano eran valorados por la sociedad y en qué medida o con que peso lo hacen.

Como vemos en la gráfica los indicadores considerados de mayor peso corresponden a cuestiones formales (espacios libres, porcentaje de vegetación existente,  dimensionado de recorridos peatonales, sección de viales); en la zona baja de la tabla, y por tanto considerados menos influyentes, encontramos sorprendentemente los temas más comúnmente criticados (ruido, presencia de coches, presencia de impactos negativos) y por último en la zona media se localizan cuestiones como la participación humana en la escena o la convivencia de distintos usos en una misma zona.

Una primera conclusión que podríamos plantear es el hecho de que socialmente el concepto de «paisaje» se sigue relacionando excluyentemente con lo agradable y relajante como elemento de disfrute, la idea del Convenio Europeo del Paisaje de «Paisaje es todo» no termina de ser asumida; se sigue considerando el concepto de «ir a disfrutar de un paisaje», no de vivir cotidianamente en él o con él; pienso que por ello cuando preguntamos por cuestiones que intervienen en el paisaje la mente se dirige automáticamente a pensar el momento en el que paseo tranquilamente, nunca el momento en el que me dirijo al trabajo o a hacer la compra.

La segunda cuestión de interés la obtuvimos al continuar el proceso de participación y tras preguntar sobre las preferencias de lugar de residencia, trabajo, relax o calidad de vida en relación al paisaje urbano; comprobamos como el barrio considerado como «Centro» (de estrechas calles y altos edificios, casi inexistencia de arbolado y recorridos peatonales muchas veces insuficientes (salvo las zonas peatonalizadas) arrasaba en todas las encuestas mientras que los barrios de ensanche (de amplias avenidas arboladas,  grandes aceras y numerosos espacios verdes) eran considerados banales y no eran nombrados en ninguna de las respuestas; ahora bien el Centro goza de identidad, de presencia humana en las calles a todas horas, de elementos culturales; de complejidad urbana con comercios, edificios administrativos, colegios, servicios, oficinas y viviendas; una trama no ortogonal que te invita a recorrer para descubrir, así como polos de atracción que le dan sentido al paseo; sin embargo en los barrios de ensanche sólo se detecta actividad a determinadas horas (ida y vuelta de los colegios y el trabajo), carecen de identidad, tienen una trama de interminables avenidas hacia ningún sitio y por lo tanto en ellos los comercios no prosperan y la complejidad se reduce.

La pregunta que me planteó es ¿La respuesta a la encuesta no ha sido coherente o realmente existe una reacción emocional involuntaria de la que no somos conscientes y nos hace interactuar con el paisaje?.

 

 

 

 

PAISAJE URBANO ¿RESULTADO O HERRAMIENTA?

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El Ranking Mundial de ciudades por su Calidad de Vida, elaborado por la consultora MERCER, lleva a cabo un análisis y clasificación de emplazamientos en base a una serie de 39 parámetros agrupados en categorías como ambiente político y social, ambiente económico, salud y sanidad, educación, servicios públicos y de transportes, ocio, bienes de consumo, alojamiento y condiciones climáticas. Dichos indicadores son hechos objetivos y por tanto resultan en cierto modo cuantificables y calificables; ahora bien en relación a lo que podríamos llamar «paisaje formal»  ¿Cómo afectan dichos indicadores y su evolución a la formación del paisaje? y en relación al «paisaje subjetivo» o la interpretación que individualmente hacemos de la información que recibimos ¿Influye el paisaje en la forma de percibir la calidad de vida?.

Considerando el paisaje como «resultado», la respuesta es afirmativa en los dos casos;  la implantación de infraestructuras, servicios, comercios, zonas de ocio, centros sanitarios, etc… modifica evidentemente el aspecto formal de la ciudad; y dependiendo del resultado, el paisaje nos ayudará a percibir la calidad de vida evaluada numéricamente, o en  caso contrario la enmascarará.

Sin embargo, si enfocamos el paisaje como «herramienta», vemos que su adecuada planificación y gestión, facilita las relaciones sociales y la interacción entre los habitantes; posibilita sensaciones relacionadas con la cultura; fomenta la identidad del lugar y por tanto la sensación de pertenencia y  de seguridad; permite el contacto con la naturaleza en un contexto antropizado, etc…. Es decir, considerando la planificación del paisaje en origen y no como resultado podemos no sólo hacer crecer los indicadores objetivos sino que además podemos, para idéntico valor numérico de los mismos, incrementar la sensación subjetiva de calidad de vida.

¿Por qué esperar entonces al resultado si tenemos la herramienta?