¿CUÁNTO VALE UN PAISAJE?

Muchos son los métodos que tantean o establecen un valor monetario para un paisaje, algunos de ellos directos, otros indirectos, valor de reposición, coste del viaje, ingresos que puede generar, etc… no obstante ninguno de ellos predomina sobre los demás de forma clara, no llegan a convencer al incrédulo y por tanto son realmente poco utilizados.

La complejidad viene dada lógicamente porque la percepción del paisaje, si bien depende de la información que recibimos a través de nuestros sentidos, es función directa de nuestro filtro (recuerdos, cultura, estado de ánimo, etc..); es decir pasamos al terreno de lo subjetivo, siendo ésta una palabra prohibida cuando hablamos de valoración económica (en la que alguien puede llegar a pagar más o menos en función de la valoración).

Resulta evidente que el paisaje puede incrementar o reducir el valor de los elementos que forman parte de la escena, no obstante  la pregunta… ¿en qué medida?… queda en el aire. Un local comercial en un entorno urbano con un paisaje adecuado puede ser más caro que otro en un entorno degradado o simplemente banal, pero son tantas las variables que intervienen (geometría del local y de la calle, visualización, tráfico rodado y peatonal, competencia, oferta, demanda, etc….) que parece imposible ponerle «peso» objetivamente a la variable «paisaje en el que se inserta».

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Si encontrásemos el camino habríamos encontrado el arma perfecta para convencer a Administraciones, empresarios y sociedad en general sobre la importancia de nuestros paisajes, no hay nada más efectivo que traducir la importancia a unidades monetarias.

Leyendo la paradoja de Adam Smith sobre valor de uso y valor de cambio creo entender que la falta de aceptación de las metodologías actuales de valoración de paisaje se encuentra en la base, es decir, en tratar de encontrar un «valor de cambio del paisaje» cuando realmente es algo que no circula en un mercado, no se compra ni se vende; por tanto los esfuerzos deben ir encaminados en otra dirección, en dar respuesta a …¿cuánto puedo ganar si me ocupo de una gestión adecuada del paisaje? (en una empresa, una ciudad, una región, una asociación de comerciantes, etc…).

En este punto volvemos a encontrarnos con la duda de cuantificar la influencia, un problema complejo pero pienso que no por ello irresoluble. Un estudio de mercado correcto, con casuística suficiente podrá facilitarnos los coeficientes de homogeneización que nos indiquen cómo está influyendo el paisaje por ejemplo en un desarrollo terciario de oficinas, y en base a los resultados podremos valorar la rentabilidad de una posible inversión en paisaje. Está claro que se trata de una estimación, lo cual puede ser motivo de rechazo por parte de un empresario, ahora bien, ¿el grado de incertidumbre sobre la rentabilidad de la inversión es mayor o menor que en cualquier otro estudio de viabilidad? cuando por ejemplo una empresa se plantea la expansión a otra región o país, ¿las variables del estudio previo tienen certeza absoluta?..¿y si suben los impuestos? ¿y si la conflictividad laboral crece? ¿y si otra empresa ocupa parte de la cuota de mercado que esperábamos alcanzar?….. son riesgos, pero en principio el resultado del análisis arroja beneficios y por tanto se sigue adelante.

Por tanto, el problema no es de metodología de valoración; más bien sería por nuestra parte de concepto (no tratar de ponerle precio a un paisaje sino valorar lo que aporta al resto) y por otra, la más importante, convencer no del «valor de cambio de un paisaje» sino del «valor de uso del mismo«.

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