Etiquetado: PLANIFICACION URBANA
LA BOMBA DE RELOJERÍA DE LAS CIUDADES DE VACACIONES Y EL COVID ¿LO DEJAMOS A VER QUÉ PASA?
Los expertos avisaron de la que se venía encima, no se les escuchó, pasó un mes y ya era demasiado tarde; todo estaba desbordado, no hubo ni previsión ni, lo que es peor, capacidad de reacción.
Ahora estamos a 22 de mayo, os recuerdo que dentro de aproximadamente un mes las grandes ciudades empiezan a vaciarse y los núcleos costeros multiplican exponencialmente su población… ¿Qué va a pasar?…
El problema no es que nadie lo sepa, lo grave es que volvamos a tropezar en lo mismo y nos olvidemos de la previsión y la planificación; lo vamos dejando “a ver qué pasa” y cuando se deja algo “a ver qué pasa” la única solución para evitar el desastre es tener un “plan B”, una excelente capacidad de reacción, ser magníficos gestores y disponer de fondos para ello… ¿Es nuestro caso?
Recorriendo varios núcleos de playa esta semana veo operarios limpiando playas y jardines preparando la temporada alta, como todos los años por estas fechas… ¿Nadie se da cuenta de que este año no es como todos los años? ¿Nadie ve que las estrechas aceras de los pueblos o los pequeños paseos no tienen capacidad para absorber los veraneantes de todos los años manteniendo el distanciamiento? ¿Nadie ve que a determinadas horas, el 90 % de la gente se concentra en la playa y el paseo?
- ¿Por qué no estamos acondicionando zonas alternativas para que no se concentre todo el mundo en el mismo sitio?
- ¿Por qué no estamos reordenando el tráfico para crear zonas peatonales amplias que permitan el distanciamiento físico?
- ¿Por qué no estamos creando aparcamientos alternativos para que el peatón (que es el que tiene el riesgo) tenga más hueco en el espacio público?
- ¿Por qué no estamos modificando aunque sea temporalmente las normas y permitimos por ejemplo usar una banda de playa por las noches como extensión de los paseos y en esa extensión ponemos las terrazas?
- ¿Por qué no nos estamos preocupando de crear alternativas de ocio distintas a la de simplemente “bajar a la playa” para que no todo el mundo haga lo mismo y al mismo tiempo?
En lugar de eso, confiamos en que la solución se encuentra en la responsabilidad de la sociedad y en que todo va a salir bien y vamos a tener suerte; pero el problema no son sólo las ovejas negras (que hay muchas) que incumplen las normas, lo grave es que si no hacemos nada, en muchos sitios, por mucha conciencia cívica que tengamos, será imposible cumplir las normas sencillamente porque no cabemos físicamente; la solución no creo que sea ir a la costa para no salir del apartamento o utilizar mascarillas durante todo el día en la playa y con 40ºC…
Es un tema realmente complejo, no se puede contentar a todo el mundo, son muchísimas variables, son derechos que se limitan y hábitos o costumbres que se deben modificar por el bien común; pero bueno frente a los grandes y complejos problemas existe la salida de trabajar, trabajar y trabajar para resolverlos o la opción de confiar en el “ya veremos”….. espero sinceramente que haya un “Plan B”.
LAS IMPRESCINDIBLES ACTIVIDADES PRESCINDIBLES
Por muy duro que parezca, mientras no haya ni vacuna ni test para aislar casos positivos, dicen los expertos que un sólo portador de COVID-19 tiene capacidad para transmitir el virus a miles de personas en un corto espacio de tiempo, también nos hablan de que hablamos de plazos de, como mínimo meses, para encontrar la cura o la vacuna.
La verdad es que cuesta digerirlo; pero una vez que asumes que esta es la realidad y que no estás en medio de una pesadilla, podemos reaccionar de distintas formas; podemos entrar en pánico, descargar nuestra frustración contra el que piensa de forma distinta a nosotros, echarle la culpa a unos y a otros, buscar una burbuja en la que meternos con los nuestros hasta que todo esto pase, …., ¿Os imagináis que hubiera pasado si los sanitarios, policías, militares, voluntarios y en general todos los trabajadores esenciales hubiesen reaccionado así? ¿Os podéis imaginar dónde estaríamos ahora?
Esta gente se ha dejado, por desgracia literalmente en muchos casos, la piel por defender nuestra vida; porque soportásemos lo mejor posible los problemas derivados de la pandemia, porque el sistema no se rompiera y siguiera funcionando… mientras tanto el resto de la sociedad desde nuestros balcones estamos siendo los “espectadores” de esta película de terror.
Ahora entramos en la “Desescalada”; el miedo a perder la salud empieza a verse eclipsado por el miedo a perder el trabajo, el de no poder pagar la hipoteca, el de no poder mantener el ritmo que llevábamos hace dos meses…Volvemos a hablar de pánico, de ansiedad; pero en este caso algo ha cambiado, ahora dejamos de ser espectadores para ser actores, ya no les toca a los sanitarios, los militares o la policía ahora nos toca a nosotros ¿Vamos a reaccionar como ellos?
Ahora, principalmente en las ciudades, es el turno de las actividades teóricamente “no esenciales”, y digo teóricamente porque para el ser humano comer es imprescindible pero no suficiente; nosotros y nuestra economía necesitamos actividad; podemos estar un tiempo sin actividad, incluso sin comer, pero sólo un tiempo; ni nuestra salud ni nuestro bolsillo se pueden permitir un eterno confinamiento.
La ciudad es un organismo complejo, todo está interrelacionado, todas las variables se retroalimentan positiva o negativamente de otras, todo influye en la nuestra calidad de vida y en nuestra economía, ¿Alguien de verdad cree que podemos aislarnos cada uno en su burbuja y que esa nueva normalidad sea viable y sostenible psicológica y económicamente¿ ¿Alguien puede pensar que la ciudad sin actividad sea viable¿ ¿Qué las calles sean únicamente “cintas transportadoras de personas”?
Yo sinceramente creo que no, creo que lo que nos toca ahora a los espectadores es calentar y salir al terreno de juego, con todas las medidas de seguridad habidas y por haber, pero salir a dejarnos la piel.
El terreno de juego para jugar al baloncesto es de una forma, el de fútbol es de otra y el de tenis de otra distinta; nosotros hasta ahora “jugábamos” “vivíamos” y generábamos actividad en un terreno de juego que era la ciudad; el COVID 19 nos ha impuesto un cambio en las normas y si queremos seguir jugando, no nos queda más remedio que adaptar el terreno de juego y esa adaptación la necesitamos para ayer.
Intentando aportar al sistema, lanzamos una nueva sección de inputpaisaje (Espacio Urbano Post-Covid); este espacio se plantea como un foro de investigación, discusión y difusión de análisis y propuestas de adaptación inmediata del espacio público de nuestras ciudades, os invito y animo a participar en el mismo enviando propuestas en forma de texto (máximo 150 palabras) o imágenes a inputpaisaje@gmail.com.
CALLES TRANSPORTADORAS
En principio, y todavía en otras culturas distintas a la occidental, la calle era concebida como un lugar de encuentro, de relaciones, de intercambio, de enriquecimiento, de desarrollo personal; después llegó el «progreso», la velocidad, la oportunidad de comprar todo en un mismo sitio y en un sólo momento, la idea de que la zonificación y la segmentación de usos era un camino a seguir…. ahora no «pasamos por el jardín» hay que «ir al jardín», tenemos también la zona de aperitivos, la zona de compras, la zona de bancos, la zona universitaria…etc; y entre todas ellas (precisamente donde vive el 90% de la gente) una malla que muchos de forma positiva comparan con el sistema arterial del cuerpo humano …. «grandes arterias que estructuran todo y redes capilares que se ramifican»… creo que comparar nuestras calles y sobretodo su funcionamiento con la increíble eficiencia del cuerpo humano es bastante desproporcionado; yo más bien lo comparo con cintas transportadoras de «trozos de carne».
Desde que las aceras se convirtieron en «aquello que sobra entre los edificios y las calzadas» o en «aquello a lo que se suben los viandantes para no ser atropellados y poder acceder a sus viviendas», nuestro papel en esas calles secundarias o fuera del radio de influencia de actividades potentes se parece más a una cinta transportadora que a cualquier otra cosa; somos «elementos» que se desplazan desde una fase del proceso productivo a la siguiente, el medio en el que nos movemos no permite o fomenta la relación, no hay enriquecimiento, no hay diversión sensorial, no hay relax… todas las ventajas que caracterizan al hombre como ser social quedan centradas en zonas concretas y diluidas en el resto de la ciudad, en ese momento pasamos a ser «trozos de carne transportados».
A esta situación nos lleva simplemente el conformismo frente a unas verdades asumidas como válidas que realmente comprobamos hace mucho tiempo que no funcionan; la dimensión adecuada de una acera no es la que dice la normativa, lo más importante de un vial no es que me quepan más carriles, el número de árboles no debe ser determinado por una tabla universal; lo importante de una calle es que sea capaz de crear el escenario para nuestro desarrollo y eso no está ni en las tablas ni en el Neufert.
¿Dónde empieza?¿Dónde acaba? ¿Qué intermedios existen o pueden existir en el recorrido? ¿Cuando le da el sol? ¿Quién la usa? ¿Para qué la usa? ¿Qué déficits tiene? ¿Qué potencialidades? ¿Puedo pasear o me aburro? ¿Puedo descansar o me estreso? ¿Pueden jugar los niños o sería un peligro? ¿Me puedo parar a charlar un rato con un amigo? ¿Podría haber tiendas con género en la calle? ¿Y terrazas? ¿Podría buscar sinergias con las colindantes?…..Es mucho más sencillo entrar en tablas y decidir que la acera debe ser de 1,50 ml de ancho y centrar la atención en que en zonas con farola o papelera cumpla que al menos haya 1,20 ml … y ese es verdaderamente el gran problema.
Al igual que en paisaje, cuando hablamos de funcionamiento de nuestras ciudades llega un punto en la discusión en el que llegamos a lo tremendamente complejo y lo que para algunos es mucho peor… lo subjetivo… ese el momento en el que se decide la marcha atrás, la vuelta a lo conocido, el temor o la vagancia por investigar y mejorar; pero el funcionamiento de las ciudades es enormemente complejo y la felicidad del ser humano llega de lo subjetivo con lo cual, si dejamos fuera de juego estos dos factores sencillamente seguiremos nuestro proceso de transformación en «trozos de carne transportados».