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PAISAJES EN BLANCO Y NEGRO

Dicen que la «imaginabilidad» de un paisaje es la capacidad del mismo  para quedar grabado en tu memoria, sus rasgos caracterizadores que conforman la imagen mental que llevas a tu cabeza cuando lo recuerdas… algo que como entra en lo subjetivo normalmente no se analiza a la hora de crear o modificar la ciudad por aquello de que cada uno hará su propia interpretación o la maldita frase de «para gustos los colores…».

Yo en este post os muestro la imaginabilidad creada en mi cabeza de un paisaje concreto, el de varios pequeños pueblos en un entorno rural del sureste de Francia, y en una época del año determinada, el invierno.

Un paisaje urbano que incita a la fotografía en blanco y negro, donde la humedad y el frío manchan de negro la piedra y los enfoscados; donde los enormes y muy frecuentes árboles de hoja caduca se imponen como grandes esculturas misteriosas y acentúan la sensación de frío y viento; donde el color de las contraventanas son el único reducto que se salva del gris y el pardo… en definitiva un conjunto de elementos que crea y transmite sensaciones que por muy subjetivas que sean poco aportan a la alegría o a las ganas de disfrutar del espacio público.

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Imagino que en primavera y verano todo cambiará y si los vuelvo a visitar quizás cambie mi imagen mental, los árboles tendrán hojas que darán sombra y es probable que entonces la gente se anime a salir a la calle y la escena sea radicalmente distinta; mientras tanto sus habitantes siguen hibernando, su espacio público o el conjunto de elementos formales generador de sensaciones es sencillamente sólo apto para verano y todo provocado por aquello que siempre queda de lado…lo subjetivo.

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