Categoría: IDENTIDAD
LA IMPORTANCIA DEL PEQUEÑO DETALLE
Hace tiempo que las grandes actuaciones urbanísticas o los macro proyectos de renovación urbana quedaron en los cajones, son demasiado caros o sencillamente políticamente peligrosos y pueden influir en los resultados de las urnas en las siguientes elecciones; este hecho unido al tiempo que requieren para dar frutos (superior a una legislatura) nos llevan por norma general al abandono de la ciudad «a su suerte», un círculo cerrado que implica no solucionar problemas ni aprovechar oportunidades.
Paseando por Avignon puedes comprender perfectamente el error del planteamiento anterior; una ciudad con un trazado y una monumentalidad muy interesantes, pero no sólo encontramos eso, no es un recorrido monótono, no es un museo ni una aglomeración de joyas arquitectónicas; es realmente una secuencia de detalles entrelazados en un escenario impresionante que da como resultado un enorme interés por recorrer.
Evidentemente todas las ciudades no disponen de ese «escenario» , pero ¿ y de la capacidad de crear «redes o secuencias de detalles»?…. ¿se necesita una gran inversión?…¿es imprescindible la intervención administrativa?…..
Una ciudad monumental despierta tus sentidos, una gran actuación urbanística nos puede impresionar; pero no olvidemos que el «chip» que en nuestra cabeza despierta o produce un interés o un placer de contemplar es mucho más modesto que todo eso, se conforma con mucho menos; sólo requiere un cierto número de detalles y en la secuencia o ritmo adecuado; observas una historia pintada en un muro y sigues andando, antes de que lo olvides has llegado a un punto en el que han «vestido» un árbol, sigues caminando pensando en el árbol y llegas a una isleta que al estar a la sombra han aprovechado para la terraza de una cafetería; termina tu paseo y comprendes que había un interés en lo monumental pero quizá el del recorrido y el cúmulo de detalles ha sido el que realmente ha quedado grabado en tu cabeza como algo positivo, interesante y enriquecedor.
Un barrio banal o una ciudad sin interés no pueden tener una nueva catedral o un nuevo trazado….¿y una secuencia de detalles?.
¿LA UNIFORMIDAD MEJORA LA COMPETITIVIDAD?
Recientemente he leído algunos artículos en los que distintos municipios se plantean medidas y acciones encaminadas a la mejora de su paisaje urbano, lo cual me alegra enormemente al darme cuenta que la idea va poco a poco filtrándose en nuestra sociedad; ahora bien, en todos ellos figura la palabra «uniformidad» como un objetivo, imagino que con la intención de mejorar la imaginabilidad del lugar, por tanto su identidad y por último la codiciada competitividad; ante este razonamiento pienso en las favelas brasileñas, una gran imaginabilidad y una potentísima identidad, pero ¿ello nos atrae? , evidentemente no, y aunque el ejemplo sea extremo creo que es válido, la identidad es condición necesaria pero no suficiente; la finalidad del paisaje urbano es la de permitir y/o mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, facilitar las relaciones sociales, el contacto con la naturaleza y también la competitividad; lo cual sinceramente pienso que únicamente por ejemplo unificando el color de los toldos de las terrazas no vamos a conseguir; de hecho esa buscada uniformidad y su intento se asimilación con orden y armonía creo que nos lleva al aburrimiento y la banalidad de los recorridos.
Volvemos una y otra vez a la consideración del paisaje tan sólo como forma y dejamos de nuevo en el tintero su esencia, la sociedad que los habita y sus procesos de relación; el paisaje urbano tiene una funcionalidad real o potencial directamente relacionada con los procesos que en el mismo tienen lugar; la puerta de un centro universitario plagado de estudiantes jóvenes y profesores, la plaza en la que se ubica un gran monumento y sus turistas, la zona de acceso a un edificio administrativo y sus trabajadores o la salida de un hospital y los familiares de los enfermos son espacios vividos por personas distintas o al menos en situaciones diferentes, por tanto parece lógico pensar que cada uno de esos emplazamientos requerirá un tratamiento distinto, no uniforme.
Está claro que el enfoque que planteo no es el fácil y no debemos confundirlo con un «laissez faire» y que salga lo que tenga que salir, se trata como siempre de planificar, trabajar y creer realmente en lo que estamos haciendo.
Creo que la historia nos ha dejado evidentes ejemplos de inhabitables espacios tremendamente uniformes y de extraordinarios conjuntos de elementos dispares concatenados; se trata «simplemente» de que exista un porqué de la forma derivado del proceso que alberga, de no ser excluyente ni con la uniformidad ni con la variedad, sencillamente cada una estará donde se requiera.
SELF-SERVICE TERRITORIAL. La Manga del Mar Menor
La semana pasada mi amigo Antonio empleaba el término Self-Service Territorial en uno de sus comentarios, ahora después de pasar unos días en la Manga del Mar Menor quiero compartir en este post un claro ejemplo de este concepto.
La Manga es sin duda lugar de visita obligada para todo estudioso del territorio, la ciudad, el urbanismo y el paisaje; un lugar que nos hace comprender lo bruto e ignorante que puede llegar a ser el hombre, un clarísimo ejemplo de cómo NO deben hacerse las cosas.
Para el que no la conozca, se trata de una estrecha franja de terreno de unos 22 Km que separa el Mar Mediterráneo del Mar Menor, un auténtico regalo de la naturaleza en el que atravesando 100 metros de arena fina y dunas podíamos bañarnos tanto en un Mar como en otro…. bueno de eso se trataba, hoy día se trata de un territorio totalmente ocupado (que no urbanizado por la dignidad del término) atravesado por un único vial sin salida (ya que milagrosamente el acceso norte no se ha materializado por sus valores ecológicos) a cuyos lados se localizan enormes bloques en altura, unos paralelos al mar formando pantallas y otros en perpendicular al mismo, da igual, como cada uno ha querido en función del parcelario resultante; junto a éstos zonas de viviendas unifamiliares (que en ocasiones entran literalmente en el Mar Menor) dispuestas en calles sin salida en las que cada propietario de parcela ejecuta su «trozo» de acera, con lo cual tenemos un gran muestrario de materiales y acabados y en algunos casos simplemente no se ejecuta. El recorrido peatonal a través del vial principal se convierte en una auténtica aventura ya que, siguiendo el concepto de self-service, cada urbanización ejecuta su trozo como estima conveniente, con lo cual una estrecha acera de repente se convierte en un aparcamiento de coches o en una caseta para guardar la basura, si vas en silla de ruedas o llevas un cochecito de bebé sencillamente es «misión imposible».
Siguiendo con el ejemplo de lo que NO debemos hacer, pasamos a ver el carril bici, o al menos así lo llaman, se trata de un espacio de aproximadamente 1.00 metro de ancho unido por una parte a la única zona peatonal posible y por el otro limitado por un afilado bordillo de unos 30 cm de alto (hacerlo de bordes redondeados hubiese sido mucho pedir) que nos separa del tráfico rodado y que resulta especialmente útil para abrirte la cabeza en caso de caída; si consigues no caerte y además esquivar a los numerosos peatones que invaden la zona y se cabrean cuando tocas el timbre para pasar, te das cuenta de otro problema del Self-Service, los aparcamientos públicos en superficie no aportan aparentemente beneficios directos con lo cual no los hacemos y los ciudadanos pasan a aparcar en el único sitio que queda libre, el del carril bici. A la vista de que resulta totalmente imposible circular con normalidad decidimos aventurarnos y rodar por la calzada junto a los coches, pero ahora llega un nuevo problema «los defensores de sus derechos», esos señores que entienden que el derecho a circular por la calzada es exclusivo de los vehículos a motor y te gritan y pitan porque con tu velocidad estás haciéndole perder su preciado tiempo, teniendo un carril bici ¿por qué narices tengo que hacer el esfuerzo sobrehumano de poner el intermitente y adelantar?.
En materia de paisaje urbano, en determinado momento alguien decide unificar la imagen plantando palmeras, ¿de qué especie?… de la que sea, todas valen ¿no?, y llegamos a que tras aproximadamente 8 años sigo sin poder pisar la acera en determinadas zonas porque se trata de palmeras bajas y las afiladas puntas me llegan justo a la altura de los ojos.
Ya para nota llegamos al apartado de crear complejidad urbana, una mezcla que nos invite a ir a algún sitio, que nos ofrezca la opción de elegir, pero como digo eso sería para nota y no entra en el concepto de self-service, es demasiado complejo, mejor ponemos pequeños locales en las plantas bajas de las urbanizaciones, espacios interiores aptos tan sólo para comercios de consumo de primera necesidad, cada urbanización tendría su supermercado, su panadería, su bar y su tienda de golosinas y prensa, pero algo falla, no hemos puesto nada de nuestra parte para romper con la estacionalidad con lo cual esos negocios se deben mantener con los beneficios obtenidos durante los meses de julio y agosto, el resto del año no pueden abrir y por tanto cierran y caen uno tras otro.
Llegado este punto y considerando inviable demoler los 22 Km de edificaciones y empezar de nuevo, me planteo:
– Los dos mares siguen estando igual de cerca y podemos seguir disfrutándolos.
– El Mar Menor es un paraíso para los amantes de los deportes como el windsurf, el piragüismo o la vela.
– Cabo de Palos (unido físicamente a la Manga) constituye unos de los mejores sitios de España para la práctica del buceo.
– Seguimos teniendo 22 Km de playa de arena blanca y fina y aguas cristalinas.
– Existe amplia oferta de puntos de amarre en la zona.
– Está localizada a menos de 30 minutos de la ciudad de Cartagena y su gran oferta turística cultural.
– ¿No estamos ante lo que puede ser un producto turístico excepcional? ¿No existe esa potencialidad? ¿Realmente ese Self-Service ha hecho llegar a un punto de no retorno?
Las dinámicas que veo por parte de los agentes con capacidad de decisión es la dar por muerta La Manga, dejarla en «sálvese quien pueda», seguir predicando que el futuro de nuestra Región está en el turismo y buscar un nuevo emplazamiento excepcional para una nueva «actuación estrella». Cuando un project manager llega al final de un proyecto, concluye con el apartado de «lecciones aprendidas», esa información que nos ha aportado el proyecto, que nos ha enriquecido y que nos ha hecho más expertos en la materia…. ¿tan difícil resulta ver a nuestra clase política como Project Manager territoriales las lecciones aprendidas del Self-Service Territorial de la Manga?.
Si lo que buscamos es un producto estrella, un proyecto emblemático, un elemento diferenciador, tenemos una oportunidad excepcional, LA CUALIFICACIÓN DE LA MANGA DEL MAR MENOR; hemos visto que el potencial es enorme, la inversión es ridícula en comparación con el desarrollo de un nuevo producto desde cero, el coste medioambiental es nulo (partiendo de la situación actual) y fundamentalmente si lo que buscamos es una nueva imagen de marca que atraiga el turismo de calidad, ¿qué mejor marketing que el de un territorio que ha sido capaz de darle la vuelta a la tortilla?.
EL PAISAJE COMO NARRADOR DE HISTORIAS
Parece evidente la capacidad de un paisaje para contarnos una lección de geografía, botánica o geología, una visita de campo sin duda nos puede hacer comprender en dos minutos conceptos para los que necesitaríamos horas de lectura; me gustaría sin embargo centrar este post en otro tipo de narraciones cuya existencia no parece tan evidente o al menos se encuentra muy poco valorada, me refiero al potencial del paisaje para informarnos del carácter de sus habitantes, de sus valores, de sus costumbres y de su evolución.
La primera imagen es meramente informativa, nos muestra sencillamente la contraposición del antes y el después; la secuencia de la casa de labranza en posición dominante del cerro, a su abandono y a la «modernización» de las plantaciones; se mantiene el carácter agrícola pero una sola imagen nos hace entender y conocer su evolución.
Para comprender el segundo ejemplo, os pongo en situación, se trata de la Sierra de Almenara, una sierra prelitoral de la Región de Murcia, semidesértica, sin agua y cubierta con un manto de matorral bajo; el recorrido por sus carreteras secundarias y caminos nos muestra un medio hostil, árido, difícil…. de repente pasamos una curva y vemos como el monte bajo se ha desbrozado, la pendiente se ha modificado y ahora tenemos una plantación de cítricos (propia de zonas de regadío)…. ¿Qué nos está contando el paisaje de sus habitantes?
Ahora llega la maravillosa subjetividad; algunos pensarán que el «autor» de este «huerto» es sencillamente un bárbaro que ha menospreciado la indudable belleza del paisaje desértico, otros sin embargo pensarán en la valentía y tesón del agricultor que no se rinde a la dureza del medio y lucha por su adaptación…. opiniones habrá para todos los gustos pero algo queda claro, el paisaje nos está contando una historia.
Este hecho que en principio puede parecer baladí, deja de serlo cuando pensamos la importancia del carácter identitario de un pueblo, de su cultura, del arraigo de sus pobladores, de la imagen que transmitimos en materia de competitividad, etc… por tanto asumamos que una acción sobre el paisaje va mucho más allá de la simple afección paisajística; no respetar un paisaje es mucho más que eliminar un bello lugar, nos quedamos sin memoria, sin nada que contar, transmitimos una imagen poco atrayente.
La no consideración de este potencial del paisaje nos lleva que partes de la historia que narraba desaparezcan y todo quede en un conjunto ilegible y banal que por tanto se disipará en nuestra memoria.