RECORRIDOS URBANOS (ORANGE)
Cuando el uso repetitivo y casi cansino de una tipología, unos colores pastel, unas carpinterías y unas cubiertas no impiden lo más mínimo el interés por recorrer y descubrir en un paseo urbano, algo nos hace pensar que no sólo la forma de los elementos incide en la cualificación de un paisaje urbano. Muchas son las normativas y documentos que recomiendan acciones sobre cada uno de los componentes de la escena, pero ¿qué pasa con el escenario? ¿por qué no hablar del continente en lugar del contenido?.
Hoy he recorrido el casco antiguo de Orange, una tremenda uniformidad edificatoria en la que la variación entre edificios tan sólo viene dada por el color pastel escogido para sus contraventanas y sus fachadas, algo pintoresco para el forastero pero que nos podría llevar al aburrimiento y el desinterés tras recorrer dos calles; sin embargo la sensación ha sido totalmente distinta, ha sido más bien el poder observar como la forma de la trama y no de los componentes individuales nos llevan a disfrutar del recorrido, a interesarnos por caminar, a descubrir, a parar y a observar; el sinuoso trazado medieval de las calles invita a llegar a un final que no se percibe desde el inicio, el recorrido que podría ser largo queda partido por pequeñas plazas en las que algún elemento facilita que tomemos la decisión de parar, se crea un antes y un después (un punto y seguido como decía Gordon Cullen), las esquinas y cruces crean en ocasiones configuraciones especiales en las que dejamos de ser transeúntes sobre una cinta transportadora y tenemos que decidir o simplemente dejarnos llevar por lo que en ese momento más nos satisfaga, en definitiva he podido disfrutar de una trama que permite y fomenta la interacción continente/persona, una gran virtud muchas veces olvidada.