COMPETITIVIDAD URBANA VS COMPETENCIA

Catorce años han pasado desde que en Potsdam (1999) la Estrategia Territorial Europea nos hablase de la necesaria competitividad y de la oportunidad del policentrismo como herramienta en la creación de un modelo territorial basado en el progreso, la sostenibilidad  y la cohesión.

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Un sistema elogiado por innumerables artículos y publicaciones que no termino de ver llevado a la práctica; veo claros intentos (y en ocasiones logros) de distintas regiones o municipios por incrementar su competitividad en base a la improvisación en muchos casos y en otros a una planificación, pero eso sí, normalmente la suya individual. Este hecho nos lleva a escala municipal (e incluso sub-municipal a nivel de pedanías) a que cada municipio para ser competitivo busca su polígono industrial, su centro comercial y de «ocio», sus instalaciones deportivas, su zona terciaria para oficinas, sus equipamientos educativos y sanitarios…. su, su, su…..

A modo de ejemplo 18 minipolígonos de 18 minimunicipios serán aptos para pequeños establecimientos industriales de carácter normalmente local, nunca podrán albergar una gran factoría o un conjunto de instalaciones relacionadas que se complementen y fomenten sinergias, simplemente no caben; caso distinto sería si existiese y se pusiera en práctica (cosa que no siempre ocurre) una planificación de orden superior que unificara intereses y transformase los 18 miniespacios en un gran espacio perfecta, sostenible y competitivamente conectado.

Este hecho se ve agravado además por obviar un tema de vital importancia si hablamos de competitividad y éxito, el de la MASA CRITICA; efectivamente un centro comercial, una torre de oficinas o unas instalaciones deportivas son sostenibles económicamente cuando existe una masa suficiente que lo demande de forma sostenida en el tiempo, no sólo en épocas de «vacas gordas»; de esta forma vemos a nuestro alrededor innumerables equipamientos e infraestructuras totalmente abandonadas por la sencilla razón de haber nacido en una época de bonanza con la consideración de que siempre iba a ser así en zonas que, en condiciones normales, no generan esa «masa crítica».

En materia de servicios públicos como la sanidad o la educación volvemos al mismo problema, todos queremos tener centros educativos y la asistencia sanitaria junto a nuestras viviendas, cada pedanía al menos un colegio y un centro de salud, lo cual puede ser conveniente buscando la cohesión social, pero por una parte ¿nos lo podemos permitir económicamente? y por otra ¿no sería más eficiente agrupar y crear grandes centros que permitan un mejor servicio y conectarlos de forma eficiente y sostenible? ¿No estaríamos hablando entonces del policentrismo de la ETE?

La figura de orden superior que citaba como solución ya existe, la tenemos en los Planes de Ordenación Territorial supramunicipales; no obstante su gestión y la consecución de objetivos requiere de una voluntad política que por ahora me cuesta mucho ver. La situación nos lleva de esta forma a un escenario incluso peor al de la centralización que la ETE trataba de solventar, llegamos a un entorno de salvaje competencia, muy distinto al de competitividad, llegamos a la competición entre municipios, al despilfarro y al estancamiento no sólo por las acciones no planificadas emprendidas sino por las potencialidades de la agrupación que dejamos escapar.

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